Cartel Semana Santa Almería 2025

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«Espejo del Mar»
Cartel oficial de la Semana Santa de Almería 2025
Técnica mixta de lápiz pastel y pintura acrílica sobre tabla en bastidor de 80x120cm.
A continuación, mostramos la explicación del cartel, obra de D. Pablo Cortés del Pueblo.
Este cartel habla de una ciudad que se levanta al pie del mar, que mira al mar, que es del mar. De ahí su título, «Espejo del Mar», como el propio significado de la palabra «Almería». Es un piropo a esta ciudad como los de aquella copla que decía de ella que es el «sol que brilla en los caireles de mi alegre Andalucía», que es ese «manojillo de claveles»… Quiere ser un recordatorio y homenaje a algunas de las joyas que hacen especial esta tierra y cómo su Semana Santa habla de sus habitantes y del rayo eterno de luz que es.
Para el autor, la provincia de Almería tiene una cierta tonalidad morada, más identificable en sus atardeceres, que extrae de su propia tierra, tan rica en piedras y minerales. Por eso, toda la obra está bañada de una suave luz malva, rosácea y violeta, que habla de ese eterno anochecer que nos regala la primavera almeriense. También se mezclan los azules y verdes de nuestro rico fondo marino, uno de los más importantes de Europa. E incluso los tonos rojizos de la parte baja del cartel, además de representar a la casa de la que ahora se hablará y a otros edificios destacados de la ciudad como la estación de tren, la sede de la diputación, el mercado central o incluso este mismo teatro, hacen un guiño al color de la ágata, piedra que da nombre al Parque Natural que nos hace conocidos más allá de nuestras fronteras. Porque Almería no es solo ese desierto que otros creen. Es un paraíso en la tierra lleno de luz y color.
La idea de esta obra parte de una historia que el autor conoció en la parte de estudio previo a la elaboración del cartel. Este otoño se acompañó en el taller de la retransmisión de las procesiones de los últimos años. En concreto, conoció esa nueva tradición de la llave que comparten las cofradías de la Borriquita y el Resucitado. Esa llave que los del Espíritu Santo usan para abrir la puerta de la Jerusalén terrenal en la que se convierte Almería para vivir la pasión de nuestro Señor; y con la que los de la iglesia de Montserrat nos abren la Jerusalén celestial.
Por eso ven esta puerta enmarcando el cartel. Ella es la que anima al espectador de fuera a ser abierta para descubrir Almería; y al de aquí lo invita a perderse en esta gran celebración y vivirla como una parte más de su forma de ser. Y también, claro que sí, es esa puerta que nos acerca a Dios, como lo son las propias cofradías en sí, que en ese triple papel evangelizador, cultural y social nos unen a todos, sin importar nuestro sexo, nuestro estado civil, ni nuestra condición, ni nada que no sean las ganas de hacer grande nuestra fe y nuestra tierra. Que nos hacen ser Iglesia, es decir, una comunidad que se ama y se respeta aunque a veces nuestras propias normas se olviden de ese fundamento de tolerancia y afecto al prójimo y a ojos de ciertas personas se crea a otros inválidos para este Dios.
Esta puerta, ejemplo de la arquitectura clásica civil almeriense, para ya empezar a hablar de esta tierra y de su identidad; está inspirada concretamente en la de la casa de José Luis Cantón, quien fuera hermano mayor de la cofradía de los Estudiantes y la persona que abrió al autor abrió la puerta a la Semana Santa de Almería con el encargo del rediseño del palio de la Virgen del Amor y la Esperanza.
Su estructura hace de nexo de unión entre los dos planos compositivos del cartel. Abajo lo terrenal, con un bodegón de elementos que representan la identidad cofrade almeriense, ubicados, como la propia ciudad, a orillas del mar que nos baña; y arriba lo celestial, o lo místico, representado como un reflejo del agua, como ese «espejo del mar».
En ese espejo, Cortés del Pueblo viaja a su infancia y ha utilizado sus recuerdos para plasmarlos como un reflejo de esa Almería romántica y castiza llena de los colores vibrantes y místicos que nos da esta tierra.
La escena la protagoniza, como no podía ser de otra manera, su gran devoción almeriense: la Virgen del Amor y la Esperanza, de la cofradía de Estudiantes. La Esperanza de Almería. Y lo hace por muchos motivos:
«Ella es mi tierra y mi ciudad porque si pienso en una estampa clásica de la Semana Santa de Almería, se me viene a la mente la imagen de su cara perdida entra la cera rizá, esa cera que aquí he convertido en el foco de luz que, como el amor de mi madre, es ese faro que me guía a casa», comenta. Y porque a pesar de guardar parecido con otras imágenes de su escultor, esta Virgen tiene una unción que desde el principio la hizo ser de aquí. Es esa mozica morena y guapa de grandes pestañas que tan bien representa la belleza castiza almeriense.
Y el motivo más especial por el que la Esperanza protagoniza este cartel: ella es su testigo, como la propia Almería, por su eterna y discreta presencia en su vida. Curiosamente, esta imagen no protagoniza el cartel de nuestra Semana Santa desde 1988, año del nacimiento del pintor. Ella era la devoción de su vecino Ángel, con el que jugaba desde pequeño a las procesiones, y su advocación solía ser la de esa muñeca a la que convertían en dolorosa  y paseaban a costal sobre una pequeña mesa camilla. Comparte advocación con su Virgen del Amor de Málaga, piedra angular de su sentir cofrade, «y de alguna manera ese nombre une a mis dos ciudades», indica. Para ella son sus primeros trabajos en Almería. Ella le regaló su familia cofrade almeriense. Y por esa familia, por esos trabajos, por ella y su eterna presencia en su vida ha llegado aquí.
Tras la Esperanza se suceden otras dos escenas que también hablan de Almería y de los recuerdos del pintor. A la izquierda, el Nazareno baja en su paso por la calle San Juan, que aunque no es una escena real, la crea para hablar de la historia de las cofradías y de Almería. El Nazareno ha sido la Imagen de la que más cerca ha estado siempre el pintor, por ser San Antonio de Padua su parroquia, donde hizo la catequesis y la primera comunión, además de ser el lugar donde se reunía con su grupo Scout Zálata. No fueron pocas las veces que se escapó a su capilla a contemplarlo y a rezarle a él y a su Madre de la Amargura. Todo esto sin saber que la del Nazareno es la devoción más antigua de Almería, enraizada ya en el siglo XVII. Por eso lo de presentarlo con su túnica y nimbo del siglo XVIII, que aún se conservan y son testigos del legado histórico de nuestras cofradías. Y por eso lo de ubicarlo en la que hace mucho fue la principal calle de nuestra ciudad y aprovechar así para contar nuestra Historia y ensalzar la belleza del casco histórico almeriense, que conserva su entramado casi original y además nos ofrece la cara más pura de Almería.
A la derecha, la Virgen de los Desamparados avanza dejando atrás la Casa de la Peña, uno de los muchos ejemplos de la arquitectura noble del siglo diecinueve en la que Almería volvió a vivir una época de esplendor. Ha querido representarla a ella por dos motivos. El primero es porque en este 2025, esta dolorosa cumple 25 años. Y el segundo es porque para el autor la Hermandad de Pasión tiene un vínculo especial gracias, a su padre, su gran creador de vivencias cofrades. «Aún recuerdo cuando la hermandad salía desde el patio del colegio de las Jesuitinas, anexo a la radio donde mi padre trabajaba. Y por eso, en casa, Pasión era conocida como «la hermandad del trabajo de papá» e íbamos a verla con especial ilusión por este motivo».
Tras la Virgen de los Desamparados y la Casa de la Peña, se pueden ver tres importantes monumentos de Almería que además son tres lugares de peregrinación de nuestras Hermandades. El Cerro de San Cristóbal, al que visita la Soledad cada Viernes de Dolores y antaño lo hacía Jesús de la Pobreza; que junto a la Alcazaba hacen de abrigo y unión de la ciudad y de este cartel. Y a sus pies, la Iglesia de Santo Domingo, hogar de la patrona, la Virgen del Mar, tan presente siempre para los almerienses y visita obligada para las cofradías durante sus desfiles. Y por último, nuestra cinco veces centenaria Catedral fortaleza, punto final de la carrera oficial y principal templo de la ciudad.
Y todo esto: el Nazareno, la Esperanza, Desamparados, la calle San Juan, la casa de la Peña, etc, representados como vive nuestra propia ciudad de Almería: mirando al mar.
A los pies de este espejo, o puerta o ventana, se presenta un bodegón de elementos que hablan de la identidad cofrade almeriense y a su vez, junto a las imágenes de arriba, representan y le hacen al espectador un recorrido por todos los días de nuestra Semana Santa.
Por orden:
En primer lugar, el pequeño cojín de alfileres que hay abajo del todo a la izquierda, representa al Sábado Pasión y a su vez una tradición muy almeriense, la de las camareras que se visten de mantilla e identifican a su cofradía con una flor de un color concreto o un broche que lucen en el pecho. En este caso es ese pequeño broche con forma del escudo de la hermandad de la Unidad, una de las más jovenes de nuestra nómina de hermandades pero que es puramente almeriense y despierta una grandísima devoción.
El Domingo de Ramos lo representan el capirote de color celeste y la palma que se deja entrever tras el cojín. La palma como guiño a la Borriquita, que este año cumple su centenario y además, como pasa en todas partes, es un poco la cofradía de todos por ser la que materializa la llegada la Semana Santa. Y el capirote es de la hermandad de los Ángeles, que también, ya solo con su color, representa la alegría que nos traen los barrios.
El Lunes Santo es representado en la Virgen de los Desamparados regalándonos esa estampa única a su paso por la Rambla.
El Martes Santo se ilumina con el farol que ven a la derecha y que portan los nazarenos del Perdón, una de las cofradías más auténticas y distintas de nuestra Semana Mayor, que tanto interés despierta a todos.
El Miércoles Santo va encarnado en la Esperanza, protagonista del cartel.
El Jueves Santo lo enarbola el Nazareno del Encuentro. (Aunque este día vuelve a tener representación en algo que se cuenta más adelante).
Y por último el Viernes Santo viene representado en la que es la cofradía oficial de la ciudad: el Santo Sepulcro. La cartela que ven en el centro pertenece a la trasera del paso que tallara Nicolás Prados López para entronizar el cuerpo de Cristo. Y como la propia hermandad, este escudo, nos representa a todos.
Para llegar al Domingo de Ramos volvemos al Jueves Santo para contar algo que es muy de aquí. Vicentillo, el pequeño ángel de plata que se posa en el cojín rojo de abajo a la derecha, es el mejor ejemplo de la hermandad existente entre las cofradías almerienses. Él, que va a los pies de la Virgen del Consuelo, de la cofradía del Silencio, suele llevar una flor que el día anterior ha exornado el palio de los Estudiantes en señal del hermanamiento entre ambas corporaciones. Esta vez, nos ofrece la llave que el Domingo de Resurrección abre esta puerta de la Jerusalén celestial y da sentido a toda esta celebración una vez que nuestro Señor resucita encarnado en el portentoso Cristo de José María Leal. Esa llave que el Domingo anterior usaron los hermanos de la Borriquita para convertir Almería en esta ciudad santa que celebra los días que dan sentido a la cristiandad como se hacen las cosas en esta Andalucía: con pasión y devoción. Esa llave que el autor nos invita a usar metiéndola en el cerrojo que vemos a la derecha para abrir esta puerta que nos da a conocer lo maravillosa que es Almería.
Y por si alguna vez se pierde esa llave, tenemos la suerte de tener el sol de Portocarrero que corona este cartel, que, como la Virgen de la Esperanza, siempre estará ahí, tras el nombre de Almería, para acompañarnos, para iluminar nuestros caminos y, por supuesto, para darnos el calor del hogar.
¿Y los claveles de ahí abajo? Pues eso, el manojillo de claveles que decía la canción. «Son mi cartel para Almería, mi piropo a mi tierra y mi ofrenda de amor a mi hogar».