Carta de Cuaresma. Antonio Gómez Cantero, Obispo de Almería

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HERMANAS Y HERMANOS PARA EVANGELIZAR

Queridas hermandades y cofradías, es una gracia poder dirigirme a vosotras como pastor, servidor y amigo de todos, porque creo que ocupáis un lugar relevante dentro de la Iglesia, y estáis llamadas a llevar a cabo una gran tarea, cada día más necesaria, en la misión de la Iglesia: anunciar a Jesucristo en nuestro mundo.  Os manifiesto mi vivo y sincero reconocimiento.

No sólo representáis en la vida de la Iglesia un cauce privilegiado de la piedad popular, sino que tratáis de fomentar en la vida diaria, y durante todo el año, la fraternidad y el mandamiento del amor entre los miembros. Y servís, en muchas ocasiones, como cauce para el apostolado de los seglares. Como Asociación Pública de fieles de la Iglesia Católica representáis un movimiento del laicado con capacidad de convocatoria, con jóvenes en vuestras filas, y que gozáis de un fuerte arraigo en la manifestación religiosa de nuestro pueblo.

Reconozco que es a la Iglesia a quien corresponde organizarse en su vida interna conforme a sus principios y normas. “Las cofradías –decía el cardenal Rylko- no son solamente el recuerdo de un pasado glorioso y benemérito. No son una especie de piezas de museo para admirar con nostalgia. No son tampoco una expresión del folclore religioso para adornar nuestras fiestas litúrgicas. Las cofradías son una realidad viva y presente que la Iglesia mira con confianza y esperanza”.

Además, todas vosotras estáis llamadas a vivir, de manera especialmente fuerte, la caridad que brota del costado abierto de Cristo y de su Cuerpo entregado con obras de caridad significativas, con limosnas, con atención a los enfermos y a los desvalidos y desamparados, con prestaciones voluntarias a los servicios eclesiales de caridad.

Y todo esto ha ocurrido y sigue ocurriendo ‘por nosotros y por nuestra salvación’ que tantas veces proclamamos en el Credo. La muerte y resurrección de Cristo no pasaron y se esfumaron. No son un mero y entrañable recuerdo. Porque el Crucificado, cuya vida sigue siendo amorosamente entregada por nosotros, se mantiene vivo para siempre, y porque El sigue sufriendo en los crucificados de la tierra. En la Eucaristía, que Él nos dejó como memorial de su Pasión, anunciamos su muerte y proclamamos su resurrección hasta que El vuelva. De la Eucaristía fluye, y en ella confluye, toda la Semana Santa.

Sólo desde la fe se entiende la Semana Santa en su integridad. Sólo con fe se pueden vivir estos días santos, tan inundados por la presencia del Señor y de su Madre, rodeados de multitud de fieles. Sólo con la Iglesia y desde ella, amándola de verdad, se puede celebrar la Semana Santa.  Sabéis muy bien, como católicos que sois, que la fe cristiana, tiene una dimensión esencialmente eclesial: creemos dentro de la Iglesia, con la fe de la Iglesia y en Iglesia.

Hablamos de comunión en la fraternidad, vivida en la vida ordinaria, en la familia, en la parroquia, en el trabajo, en el ocio, en las diversas Asociaciones y Hermandades; y también comunión en la diversidad por la complementariedad, mutua aceptación y reconocimiento de los diversos carismas y dones que el Espíritu suscita en la Iglesia para su edificación.

Hermanas y hermanos, la Semana Santa es para celebrarla con intensidad, para renovar nuestra vida, para sentirnos llamados a vivir más plenamente las exigencias del Bautismo, por el que todo cristiano hemos sido incorporados a Cristo, aquel que vive, se entrega, muere y resucita por todos nosotros, para que tengamos vida en abundancia.

¡Esto hay que celebrarlo! ¡Ánimo y adelante!

+ Antonio Gómez Cantero

Obispo de Almería